Nuevamente el sistema de salud está desbordado por el aumento de casos de COVID-19 y la atención de otras enfermedades. El desgaste del personal, la falta de infraestructura, equipos e insumos y la carencia de especialistas, hacen imposible que se pueda ofrecer atención a todos y todas. Al Gobierno le cuesta admitir que estamos en una segunda ola, pues tendría que asumir la responsabilidad de no haber decidido oportunamente tomar las medidas para contenerla. Ahora sería bueno contar con una herramienta que permita medir la intensidad de la pandemia en las diferentes regiones, ya que persiste la sensación de “llegar tarde” y con medidas insuficientes. Por lo demás, no existe un plan para rastrear los casos con mayor uso de pruebas moleculares.
La salud está primero. Para fortalecer las medidas de contención del contagio las familias requieren el apoyo económico del Gobierno: un bono universal (ausente en las medidas anunciadas esta semana) que mitigue las urgencias de sobrevivencia que obliga a millones de personas a exponerse al SARS COV 2. Aunque se han tomado medidas como reducción de aforos en ciertas actividades, es ineludible revisar el actual nivel de apertura económica que sigue exponiendo a grandes segmentos poblacionales al contagio. No basta apelar al comportamiento individual para explicar las causas de esta segunda ola y, más aún, por qué nos mantenemos tanto tiempo sin poder contener la pandemia.
Desde hace meses se habla de la contención de la pandemia en el primer nivel de atención. Pero, poco se ha hecho para habilitar estos servicios y garantizar efectividad en la respuesta a la COVID-19. Asimismo, es evidente la falta de un plan de comunicación, permanente y amigable, que oriente a las poblaciones en cuanto a prevención y atención en distintos territorios. La población necesita saber cómo se trata la COVID-19, desde la fase inicial de la enfermedad hasta los protocolos actualizados; no con el fin de fomentar la automedicación, sino de informar sobre las indicaciones y evitar que un paciente llegue a condiciones graves. Es fundamental una comunicación empática que le diga a los 33 millones de peruanos y peruanas que “no estamos solos”, así como continuar promoviendo la participación organizada de la población, como ya lo han demostrado los “comandos COVID” en varias regiones del Perú.
Sobre la vacuna, el gobierno ganaría mucho brindando la información completa y no en retazos; ello solo aumenta la incertidumbre y lleva a una parte de la población a abandonar las medidas de prevención. No basta decir que las “negociaciones son complejas”, una vacuna efectiva y segura es parte importante de la solución. Sin embargo, vacunar a un segmento de la población para garantizar la inmunidad comunitaria, aún es una meta que está lejos y que tampoco tiene fecha, pues sólo tenemos asegurado un millón de dosis sin saber cuándo recibiremos los demás otros lotes. Una completa transparencia proporcionaría mayor peso a la declaración que el Estado peruano garantiza el acceso universal y gratuito a la vacuna contra el SARS COV2.
Publicado en el diario La República (14 de enero de 2021)
Foto: UDEP